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¿QUÉ ES COMMUNIA?


En julio de 2022, algo más de 500 activistas y militantes de diversas ciudades se reunieron en Artea (Bizkaia) con el propósito de encontrarse, discutir y orientarse tras varios años de restricciones por la pandemia y el final del ciclo político abierto tras el 15M. En julio de 2024 se propone de nuevo recuperar un espacio de encuentro y reflexión, con el fin de encaminar una época que no se promete fácil. Por eso nos convocamos a un nuevo Communia.

Llegamos a esta convocatoria con una inevitable sensación de perplejidad. En medio de una crisis general de época, tal y como se manifiesta en el creciente número de conflictos bélicos que asolan al planeta. La patente situación de caos sistémico entre los grandes bloques capitalistas, la irreversibilidad de la trayectoria del cambio climático y la creciente visibilidad de sus efectos irían en esta misma línea.

Estos elementos están derivando en las economías de nuestro contexto más cercano en problemas estructurales de deuda e inflación apenas contenidos por las cirugías monetarias. La escandalosa escalada de las desigualdades a nivel planetario, el tratamiento racista y descarnado de movimientos de población inevitables, y un largo etcétera de problemas y contradicciones actúan a escala global y se deberían comprender como una crisis capitalista sin paliativos, o lo que es lo mismo, una crisis de la (nuestra) civilización en su conjunto.

Frente a esta crisis sorprende, sin embargo, la debilidad de las respuestas. En el caso más patente de los grandes centros de decisión parece reinar la confusión y la falta de ideas; un conformismo de los gestores de un complejo sistema que se sabe, en el fondo, irreformable. Y una situación de bloqueo que se pretende ocultar con promesas de sostenibilidad, de soluciones tecnológicas milagrosas o de declaraciones humanitarias que llegan tarde y apenas son creíbles. Se alimentan así los espíritus animales de un capitalismo dispuesto a explotar las oportunidades de negocio que siga ofreciendo la crisis, hasta sobrepasar los límites del colapso. Y al mismo tiempo se da curso a todas aquellas salidas, incluidas las propiamente reaccionarias o directamente parafascistas, que señalan que si el mundo no tiene solución, al menos que se proteja «lo mío».

Entre las poblaciones, al menos entre aquellas más acomodadas en Occidente, parece reinar además una suerte de «efecto Titanic» según el cual el fin del mundo, dado que todavía es a cámara lenta, se puede celebrar con una penúltima fiesta que dé rienda suelta a los pequeños placeres privados hechos de consumo desesperado y una movilidad bulímica. Sin duda, la proletarización más o menos rápida de estas poblaciones no encuentra contrapeso en un pensamiento crítico, hoy en crisis o destilado de forma completamente ideológica, o en formas de comunidad política, que hace tiempo dejaron de existir. De hecho, las izquierdas, patentemente aquellas que giran alrededor de alternativas institucionales pero también de parte de los llamados «movimientos sociales», se han convertido en las últimas guardianas de una variante de este conformismo atmosférico, que consiste en calmar y sanar con palabras y buenos deseos la lenta caída del mundo.

Las izquierdas del Estado español son seguramente paradigmáticas en este sentido. Resurgidas del ciclo de protestas que abrió el 15M, las izquierdas locales no parecen representar más que una forma política funcional a este estado de cosas. Destruidas las oportunidades políticas que se abrieron en 2011, hoy parece que tenemos de nuestro lado a una nueva clase «dirigente» (si bien del todo subordinada), que vive exclusivamente por y para la «representación». Su política de paliativos en los últimos gobiernos (manifiesta en algunas contenciones de los abusos laborales y una serie de leyes cuando menos ambiguas) no ha mostrado, ni va a mostrar, ningún paso que se desvíe siquiera unos centímetros de esta situación hecha de celebración de la izquierda y miedo a la derecha, con la que tratan de contener lo que está por venir.

Sobre esta perplejidad, entre la caída paulatina de nuestro mundo y la incapacidad de oponerle nada, ni siquiera la perspectiva de un pensamiento mínimamente crítico, Communia II pretende aportar una pequeña cantidad de elementos de contratendencia. De hecho, el encuentro se ha convocado con el propósito, al menos, de certificar este estado de cosas y de abordarles a través de tres grandes bloques de discusiones:

BLOQUE
CRISIS

En este bloque queremos analizar la crisis actual y comprender las grandes líneas de tendencia sobre las que se está produciendo este lento «colapso».

¿Cómo leemos esta crisis? ¿De qué forma se declina en los diferentes territorios del Estado? ¿Dónde se van a dar sus estallidos más despiadados? ¿Cuáles son sus formas de apropiación y explotación actuales? ¿Quiénes son sus principales afectados en el medio rural, en las ciudades?

BLOQUE
CRÍTICA

Constatamos la insuficiencia de la «izquierda» como punto de partida para el ciclo político que necesariamente está por abrirse.

¿Qué críticas nos toca explicitar para soltar los lastres de clase media, para superar la asfixia de las políticas estadocéntricas? ¿Para dejar de ser buenas, para romper con el aburrimiento y la impotencia que generan unas agendas militantes repletas de tareas pero incapaces de detener el daño cada vez más guerrero de un capital que quiere morir matando(nos)?

BLOQUE PROPUESTAS

A partir del análisis de la crisis y de la crítica de los movimientos sociales y la izquierda en general, deberíamos estar algo mejor pertrechadas para compartir al menos un puñado de preguntas en torno a nuestras formas organizativas: ¿qué estructuras de apoyo mutuo sostienen nuestras luchas? ¿Los dispositivos de sindicalismo social son suficientes para defendernos de la apropiación de nuestras casas, barrios y vidas? ¿Cómo multiplicar, fortalecer, federar las prácticas de contrapoder?

Crisis, crítica y formas de organizarnos con más fuerza, recursos y autonomía. Estas son las patas por las que apostamos para asentar un nuevo encuentro. Un tiempo de vacaciones que rompa de nuevo con la agenda de las prisas militantes para dejarnos echar unas risas, unos bailes, unos paseos.