Entre dos derechos iguales, decide la fuerza

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En Entre dos derechos iguales, decide la fuerza, Raúl Sánchez Cedillo, miembro de la Fundación de los Comunes, analiza los efectos de la crisis Covid19 a escala nacional e internacional. Desde el aprovechamiento de la misma por parte de los poderes institucionales y fácticos para dar una vuelta de tuerca más a la agenda neoliberal de acumulación por desposesión, hasta las nuevas condiciones de la protesta y del antagonismo.

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Introducción

En estas semanas se están aclarando los envites políticos de la pandemia del coronavirus, no sólo en el Reino de España, sino en Europa y en el sistema atlántico. Lo que era probable se está confirmando: bajo los diferentes estados de alarma, las medidas de confinamiento y la gestión de la “desescalada”, las élites están aprovechando el recurso a la fuerza mayor para imponer sus agendas de acumulación extractiva de capital; para eliminar contrapesos democráticos; para introducir medidas de restricción de la protesta y de ejercicio de un biopoder “soberano” tanto sobre quienes pueden y tratan de conservar su salario volviendo al trabajo, arriesgando su salud y la de los demás, como sobre quienes quedan fuera del acceso a rentas salariales o rentas del trabajo durante la pandemia. El pasado 26 de marzo, el primer G20 virtual acordó inyectar 5 billones de dólares en la economía mundial y no faltó, a modo de talismán, un “whatever it takes to overcome the pandemic”. A la espera de sus concreciones en términos de políticas financieras y fiscales, en el horizonte vemos cómo se configura una nueva acumulación primitiva capitalista, un proceso de extracción brutal de valor y de poder en la era de la inseguridad ecosistémica. En medio se recrudece, no la guerra comercial entre Estados Unidos y China, sino más bien una disputa hegemónica que se parece más a lo que ya en 1999 los generales chinos Qiao Liang y Wang Xiangsui denominaron “guerra sin restricciones” y que, en su actualización en 2016, Qiao Ling resumía en el “uso de todos los medios, militares y no militares, letales y no letales, para obligar al enemigo a aceptar los propios intereses”. En medio de las sesiones del Congreso Nacional del Pueblo, el ministro de exteriores Wang Yi habla de que “algunas fuerzas políticas estadounidenses están secuestrando las relaciones chino-estadounidenses”. En esa guerra sin restricciones, el frankenstein europeo lleva todas las de perder o corre el riesgo de ver sus piezas desmembradas para la construcción de una nueva criatura capitalista.

Aquí y allá, esto se llama aprovechar la situación, pero aprovecharla no tiene nada que ver con haberla creado, es decir, con que lo que vivimos sea el fruto de una conspiración. En estos tiempos de incertidumbre para todos no hay nada más pernicioso que un hundimiento paranoico de nuestra percepción de lo que pasa y de sus consecuencias, entre otros motivos porque ello nos impide detectar las ambivalencias de la situación y descubrir las vulnerabilidades del dominio neoliberal en esta crisis capitalista, enésima pero inaudita. Lo que está sucediendo corresponde a todas luces un proceso de caos ecosistémico y, por lo tanto, a un proceso cuyas evoluciones ninguna agencia calculadora puede prever en el corto plazo. Sin embargo, también en medio del caos ecosistémico, cuando no son posibles las predicciones aproximadas, la función de los actos predictivos consiste en orientar el caos y en influir sobre las acciones posibles de los demás actores. La predicción es un acto performativo que busca una selección favorable de los procesos caóticos en curso. La predicción política es inseparable de la creencia, de la hipótesis parcial de la que se parte, tanto para las agencias del capital como para los movimientos antisistémicos. Hace tiempo que sabemos que las buenas predicciones políticas nos dicen no lo verdadero o lo falso, sino lo que nos ayuda a encontrar el camino. Nos dicen lo que necesitamos oír, sin que olvidemos la diferencia entre conocer el camino y hacerlo.

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